Cami, Sol y Marcelo García con Gene Simmons en Buenos Aires, 16 de abril de 2015.
Dicho fríamente, la herencia es el proceso por el cual se transmiten -de generación en generación- las características fisiológicas, morfológicas y bioquímicas de los seres vivos. Pero debe haber ahí algo más... Es, según mi criterio, un verdadero milagro natural, algo que cuesta entender y que -incluso- puede llegar a emocionar hasta la mismísima médula. Maravilla ver cómo alguien puede heredar tal o cual cosa del otro.
Yo escucho a Kiss desde 1979, cuando con apenas 9 años de edad supe de unos tipos medios raros que se maquillaban el rostro, vestían ropas extrañas, se pintaban las uñas y calzaban zapatos con plataforma, además de hacer una música sensacional y montar un show que te transporta en el tiempo y el espacio. Nadie me enseño a quererlos y admirarlos, pero yo -sin embargo- logré que ese amor sea eterno.
Con los años llegaron el matrimonio con Vero y nuestras dos maravillosas hijas, quienes a medida que han ido creciendo no han dejado de sorprenderme. Las razones son infinitas para decir eso. En ellas la herencia paterna -no la material- se ha manifestado de muchas diferentes formas pero tal vez una de las más llamativas sea su inexplicable amor por Kiss. Claro que a la hora de escuchar música ellas no ponen un CD de Kiss, pero saben sus canciones, las aprecian y disfrutan a mi lado. Son kisseras, sí señor. A su modo, pero kisseras. Comparten mi locura, la apañan, la alientan y, en cierto modo, la disfrutan. Y si hablo de disfrute, entonces la jornada del jueves 16 de abril de 2015 quedará marcada de manera imborrable en mi mente, mi retina y mi corazón. Allí estábamos los tres, como chicos correteando por Disneylandia, contentos, felices y cómplices frente a Kiss.
Esta foto con Gene Simmons es un broche de oro para mi historia como fan de Kiss. No puedo pedir nada más. En ese instante, parados frente a la cámara y con mi corazón estallando de emoción, pensé -entonces- en aquel chico de 9 años y supe que todo había valido la pena, que el amor por Kiss había servido de mucho. Ahí estaban los frutos.
Es que en los maravillosos seres de Sol y Cami -también por ésto- vive tanto de mí...
Marcelo